“¿Cómo se puede ser tan…?” Tan cretinx, caprichosx, cruel, desalmadx, malvadx, canalla, injustx, despiadadx, egoísta, competitivx, malintencionadx, perversx, … En definitiva, taaan malx.
¿Quién no ha lanzado, en alguna quedada entre besties, esta rabiosa y sufriente pregunta al centro de la mesa? Pregunta sin lugar a dudas retórica, porque cuando la ves aterrizar golpeando con varios impactos sobre la superficie del tablero mientras arrasa con alguna que otra taza de café, suele dejar tal chorro de sangre a su paso que a ningunx de lxs presentes se le ocurriría ponerle otro tipo de interrogantes.
No se vosotrxs, pero yo a mis espaldas llevo una buena ristra de preguntas retóricas sobre lxs que algún día creí culpables de todxs mis males, sobre aquellas personas que hicieron tambalear mi seguridad personal e hicieron brotar todo tipo de vulnerabilidades, sobre aquellas que han tenido el grandísimo honor –posiblemente sin saberlo- de haber sido mis grandes archienemigxs. Porque ¡ojo! no cualquiera puede estar a la altura de un archienemigx, no, no, no.
En mi juego del “¿Quién es quien? Especial villanxs favoritxs” descartamos a lxs ex, a lxs personajes secundarios que solo incordian, a lxs malvadxs que parece que sí pero al final no, a lxs canallas que abusan de sus puestos de poder, y a todxs aquellxs cuyas maldades, ya sea porque nos hacen cosquillas o porque nos tienen sujetxs de manos y pies, no están al mismo nivel de las nuestras. Por lo que nos queda, tras esta caída de cadáveres; la mujer de la gabardina, el chico soso de gafas y ese hombre inglés del traje impoluto que, efectivamente, consideramos el rival perfecto.
Lxs Moriarty son ¡Ummm¡ Porque lxs archienemigxs tienen algo especial que el resto de maliciosxs no tienen.
Un/a archienemigx tiene la capacidad de destrozarte de manera pasiva la más intensa de las calmas, posee la habilidad de hacer vibrar los cimientos más estables de tu esencia y, aún por encima, goza de cualidades que llevamos admirando, posiblemente, desde el inicio de nuestra vida. Así que no solo estamos ante una persona que consideramos perversa, sino que estamos ante una persona perversa que, aun por encima, muy en el fondo, creemos que mola. Y he aquí la chispa del juego, porque lo que admiramos, creemos que no lo tenemos.
Esa carencia es la puerta sin pestillo que da paso a las entrañas de nuestro inconsciente más oscuro, ese rincón lleno de ángulos muertos diseñado para el ataque perfecto que nos convierte en vulnerables y al que nunca deberemos -sea su intención o no- permitirles pasar.
Pero entonces, en toda esta crónica ¿dónde nos situamos?
Todxs habitamos nuestra biografía como ese personaje principal que siente, vive y narra su historia en primera persona. Historia en la que la mayoría solemos dar por sentado que somos justxs y objetivxs, a veces más o menos retorcidxs, pero al fin y al cabo siempre lxs buenxs de nuestra película.
Hace poco, haciendo revisión de mi vida y de todos sus maliciosos personajes, me pregunté sinceramente si acaso puede alguien hacer daño de manera gratuita –salvando patologías previas-. Y claro, se me planteó la seria posibilidad de haber traspasado en algún momento, sin darme cuenta, sus sagrados rincones de la vulnerabilidad y haber visto venir esta invasión, cual boomerang, de vuelta como un ataque.
Por lo que me pregunto ¿quién habremos sido antes, Sherlock o Moriarty?
Si nos creemos siempre, todo el rato, el/la archienemigx de todo ser, a lo mejor deberíamos dudar de nuestra soberbia. Pero si nunca nos hemos planteado la idea de que también podemos ser el/la villano/a de alguien, quizás debamos tener alguna conversación con nuestra autoestima.
Ya sea porque consideremos que no podemos poseer cualidades dignas de un gran rival, o porque no nos creamos con la capacidad de hacer daño solo porque nuestro dolor no nos deje ver más allá del mismo, no quiere decir que no nos hayamos ganado el honor de ser el/la gran villanx en cualquier otra historia que no sea la nuestra.
Tener o ser un/a archienemigx a veces le da algo de ritmo a la vida, pero la verdad es que con el paso del tiempo se convierte en algo un tanto agotador. Propiciar el momento en el que nos sintamos a la altura de nuestros ficticios contrincantes, nos permitirá poder elegir cuando dejar el juego en tablas. Cualquier persona, sea héroe o villanx, solo nos puede hacer daño hasta donde se lo permitamos. Por lo que quedará a nuestra elección ofrecer un apretón de manos, dejar al otrx golpearse a solas con su fragilidad o morir abrazados, como en aquel maravilloso relato*, en la infinita catarata.
Todo cuento de hadas necesita un buen villano anticuado.”
James Jim Moriarty.
Foto: Serie Sherlock. Steven Moffat y Mark Gatiss.
*antes de que las protestas lo resucitasen.
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