Hola, ¿quién eres? me preguntó en medio de una sala repleta de intelectuales. Tras pensar rápido, confesé mi nombre y mentí sobre mi profesión. Hay que ser muy mala persona para abofetear con esa pregunta a una desconocida que todavía está en la mitad de la vida. Fui cruel. Sonreí y se la devolví: ¿Y tú?
Tenía un profesor que decía que estamos hechos del cuarenta por ciento de lo que creemos que somos y el sesenta de lo que los demás vuelcan sobre nosotrxs. De lo primero nunca tuve ni idea y de lo segundo siempre preferí no saberlo. Embustera.
Dicen que todxs nacemos con una herida de la que no nos podemos deshacer. Una de esas que por mucho que cicatrices a base de ungüentos y trabajo personal nunca llegas a curar.
Esta mañana, durante un instante en la ducha, supe que es en ella donde solemos invernar ocultos. Lo vi claro; pude leer una minúscula y alargada definición bajo la postilla. Después me escaldé. Últimamente gradúo la temperatura como si no existiesen ni el cambio climático ni la factura del gas. También escribí este texto en mi cabeza mientras desperdiciaba agua. Era, de lejos, mucho mejor que este. Cuando me estaba secando los pies ya ni recordaba la mitad. Solo sé que no tenía puntos, ni comas. No había párrafos, ni lectores. Por eso era tan bueno, porque todxs tenemos una herida con una postilla que, tarde o temprano, tendremos que arrancar.
¿Quién soy? ¿Quién soy?
¡Soy Jean Valjean!
Foto: Los miserables. Película. Tom Hooper.
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