Nuestros amores platónicos.

Nuestros amores platónicos.

Nuestros amores platónicos. 1600 900 estadosdelinconsciente

Hay algo que, a día de hoy, me sigue aportando tanto como cualquier teoría plasmada en un ensayo. Y es que las conversaciones con mis amigas son tan fructíferas como las reuniones de las filósofas de la Antigua Grecia.

Esta semana, debatiendo sobre la importancia de cortar el hilo que nos ata a los fantasma del pasado, acabamos hablando de cada uno de nuestros amores platónicos y de la suma importancia que han tenido en nuestras vidas.

Lejos del significado que le aportó el poeta inglés Sir. William Davenant a amor platónico en su obra The Platonic Lovers, nosotras en la conversación lo utilizamos como ese amor que desde un principio damos por sentado que va a ser inalcanzable. Ese que aun estando cerca, ni nos planteamos mover ficha porque “total, va a ser imposible”.

Así que yo, que siempre fui muy positiva en esto de los amores – no por ello segura ni infalible -, le empecé a dar vueltas a en que momento y por qué, se me había ocurrido ponerle el calificativo de utópico e imposible al irresoluto amor platónico de mi vida.

En el momento en el que calificamos a alguien como inalcanzable, lx estamos colocando de manera inconsciente en el escalón más alto que existe por encima nuestra. Lx redirigimos directamente al puesto más elevado y admirado de nuestra escala de valores. Y para ello, le atribuimos previamente cualidades -muchas veces idealizadas- que consideramos que nosotrxs mismxs no tenemos porque si no, sentiríamos que estamos a la misma altura, ¿no? Y es a este deseo, el de estar en el mismo escalón, al que no le he parado de dar vueltas.

En medio de esta reflexión, que surge de rescatar algo productivo de una situación frustrante y frustrada del pasado, regresé a través de Davenant a El Banquete de Platón. En él cuenta que en el principio de los tiempos, los seres humanos teníamos dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas. Como estos seres -que no eran diosxs- llegaron a convertirse en tremendamente poderosos, Zeus por miedo a ser derrocado, decidió cortarlos por la mitad, separándolos y condenándolos a pasar toda su vida buscando “su otra mitad.”
Platón llegó a la conclusión de que el ser humano busca amar con el propósito de sentirse completx. Para él cada unx de nosotrxs “no es más que una mitad de ser humano, que ha sido separada de su todo como se divide una hoja en dos” y considera que la búsqueda en el/la otrx de lo que nos falta, es inherente al ser humano.

Y yo me pregunto, ¿por qué no basarnos en esta premisa de Paltón para encontrar, esta vez, lo que creemos que nos falta en nosotrxs mismxs?

Si somos capaces de atribuir, apreciar y admirar características que nos hacen vibrar de otras personas, es porque de algún modo las comprendemos y las podemos sentir vibrando dentro. ¿Qué podemos encontrar en esa atracción irracional e irresistible que nos llama a gritos? ¿Qué es lo que deseamos de esa persona que creemos que no podemos alcanzar?

Soy consciente de que esta reflexión no tiene una base muy sólida y mucho menos fundamentada. De hecho me sorprende que con lo romanticona que soy, se me ocurra tirar por tierra todo ápice de magia en este asunto. Aunque en este caso, tampoco creo que el proceso de evolución personal y la magia, tengan que ser incompatibles.

Así que, ¡que narices!, hagamos la prueba por si funciona. Preguntémonos ¿Qué tienen de especial nuestros amores platónicos?

Es una respuesta que podemos encontrar en un radio de búsqueda muy amplio. A mi me han servido los siguientes caminos:

  • Las características que nos han llamado la atención y nos han atraído de ellxs – algunxs por Instagram me decíais que coraje, la capacidad de transmitir tranquilidad o carisma – ,
  • Las emociones reconfortantes que nos aportaban en nuestras pajas mentales – protección, fortaleza, hacernos sentir especiales… – ,
  • O incluso la motivación de convertirnos en una mejor versión de nosotrxs mismxs con la que seríamos capaces de sacar partido a nuestra irresistible y arrebatadora esencia – segurxs, atrevidxs, galantes…- .

En mi caso, la respuesta la encontré en cada uno de los tres ejemplos anteriores. Sin duda es algo de lo que en aquel momento no era consciente y que, de todas formas, de poco me hubiese servido. Mi mágica, tierna y absolutamente imaginaria historia de amor se estrelló cuando, con una sola frase, se destruyó toda posibilidad de hacerme sentir especial. Mi amor platónico se esfumó, pero la necesidad de convertirme en aquella versión mejorada de mi misma perdura como motor de una gran motivación individual y personal de cambio.

El recuerdo de los amores platónicos nos suelen dejar un poso de desesperanza que, sin darnos cuenta, nos mantiene anclados a un nodo que nos impide avanzar. Si desnudamos los deseos que hay detrás de cada uno, podremos descubrir que es lo que necesitamos para alcanzar la plenitud que tanto ansiamos. Podremos caminar segurxs y decididxs hacia la totalidad sin tener que esperar, de manera pasiva, a que otrx nos la tenga que completar.

Parte de nuestra cara oculta – la que nos queda por aprender o revelar-, vive dentro o alrededor de la máscara que les asignamos. Por lo que, en vez de recordarlos con frustración o melancolía, probemos a recordarlos con amor e ilusión. Y con la intención de poder rescatar el mensaje que nos hemos dejado a nosotrxs mismxs entre sus líneas. Porque en donde podemos aprender, las casualidades no existen.

Es como si estuviera leyendo un libro y fuera un libro que me gusta muchísimo. Pero ahora lo estoy leyendo lentamente. Y las palabras están muy separadas y los espacios entre las palabras son casi infinitos. Yo todavía te siento, así como a las palabras de nuestra historia. Pero es en este espacio sin fin entre las palabras donde me encuentro a mí misma ahora. Es un lugar más allá del mundo físico. Es donde se encuentra todo lo que ni siquiera sabía que existía.

Samantha a Theodore. Her

Fotografía: Fotograma de HerSpike Jonze

Dejar una Respuesta