Ghostbusters.

Ghostbusters.

Ghostbusters. 1100 600 estadosdelinconsciente

Llevo varios días dándole vueltas en bucle al funcionamiento de la memoria. Por unas cosas o por otras, es un tema que me fascina porque en el fondo siempre he creído que somos, o por lo menos creemos ser, lo que recordamos.

La difusión de la investigación y avances en este campo, está tan extendida e incluso comercializada en nuestra sociedad, que hasta podemos entrenar la memoria con una App mientras esperamos al autobús. Pero a parte del esfuerzo del doctor Aleksandr Lúriya para mejorar el día a día de las personas con hipertimesia, poco se ha investigado para que algunos locos nostálicos podamos al fin entrenar el olvido.

De pequeña, a parte de ser cirujana, psicóloga y agente de la CIA, quería formar parte de los ghostbusters. Una elección que viéndolo con perspectiva tiene sentido, ya que a parte de tener un poco de las tres opciones anteriores, mi especialidad siempre han sido los fantasmas del pasado.

Lejos de aspirar a llevar mochila y disparador de protones, como de aquella no tenía mucha vida y mucho menos pasado, me conformaba con escuchar atentamente y entablar relación con los espectros que vivían en la memoria del resto. Un hobby que poco a poco fue quedando en un segundo plano al ir coleccionando los míos propios.

En la actualidad, hay días en los que ya desde el primer café de la mañana, me veo acompañada por viejos fantasmas que no consigo guiar hacia la luz. En mi caso, distan bastante de los que aparecen en el anuncio de Campofrío, ya que normalmente suelen estar representados por sombras que tienen nombre y apellido. Y en general, suelen ser bastante coñazo.

Me gustaría dejar claro que cuando hago mención a los fantasmas de nuestra memoria, no me refiero al amor que le podamos profesar a quellos que ya no están entre nosotros. Ya que ese amor solo por el hecho de ser infinito, si está bien derivado, es un arma súper poderosa que nos puede resultar de mucha ayuda y refugio a lo largo de nuestra vida. Los fantasmas a los que me refiero, normalmente suelen estar vivos y coleantes. Son las sombras de algunas personas que a lo largo de nuestra vida han sido importantes ya sea por el rol que le otrogamos en su momento, o por el que escogimos tener nosotros a su lado. Son esos que cuando los hacemos regresar, nos inundan hasta ahogarnos de emociones tan incómodas como pueden llegar a ser la melancolía, la ira, o la impotencia. Son esos que sin duda, sabemos que han vuelto para molestar.

Por lo que yo me pregunto… ¿Para que seguimos insistiendo en llamarlos? ¿Qué es lo que nos ha quedado por resolver? ¿Nos sirve de algo volver a un lugar al que ya no tenemos acceso real? o ¿Aspiramos a conseguir que desaparezcan cambiando un pasado que ya no existe?.

Creo que a nuestros fantasmas les otorgamos máscaras con nombre propio o los disfrazamos de situaciones pasadas para poder darnos una pista de cuales son los problema que en la actualidad debemos atajar y resolver con nosotros mismos.

Es posible que si les prestamos atención, podramos descrubrir cuales son nuestras carencias, miedos o deseos. De manera que para despedirlos, no necesitemos más que un futuro lleno de vivencias nuevas que nos permitan superar todo aquello que consideramos tener todavía pendiente.

Escuchemos nuestras propias pistas y… ¡démosles caza!.

Foto: Ghostbusters de Ivan Reitman

Dejar una Respuesta