El día que nos violaron a todas.

El día que nos violaron a todas.

El día que nos violaron a todas. 2300 1300 estadosdelinconsciente

Tras la lectura de la sentencia del caso de “La Manada”, me he pasado tres días analizando la respuesta social, meditando sobre la sentencia e incluso poniéndome en la cabeza de aquellos que no ven la situación desde el mismo punto de vista desde donde la veo yo.


Para poder tener un criterio y una valoración coherente en un tema tan serio e incisivo como es no estar de acuerdo con una sentencia judicial, me gusta informarme y entender todos los resquicios legales para fundamentar por qué no estoy de acuerdo con algo. Para ello, he leído la sentencia, la he consultado con juristas (bueno es tenerlos en casa), he analizado la ley y sus artículos, y he madurado una conclusión que por unas cosas o por otras no dista mucho de la que tuve cuando escuché la sentencia en directo de la boca del juez.


En estos tres días me he cubierto de una balsa de neutralidad emocional y asertividad para poder dialogar sobre el tema con personas de igual o distinta opinión. Y hoy, veintiocho de abril de dos mil dieciocho, tras leer que la manifestación del pasado jueves no ha sido más que un paseo de antorchas de un pueblo alienado sin opinión propia, tengo que decir que se me han hinchado mucho los ovarios. Y es que ahora, que me puedo asegurar de que mi opinión no proviene de un calentón emocional, me despojo de toda cordura y sensatez para proclamar que estoy muy hasta el coño de todos aquellos que, cada vez que el movimiento feminista rompe una lanza hacia el avance a un nuevo mundo más íntegro, igualitario y justo, saquen a relucir prejuicios y justificaciones incomprensibles que impiden el progreso de la sociedad.


Algo ha fallado en la aplicación de una ley que se permite una libre y subjetiva interpretación de si una penetración no consentida conlleva de manera implícita un acto de violencia o no. Y es que vuelvo a leer la frase y me siento ridícula al pensar que formo parte de una sociedad en la que su sistema jurídico no tiene clara esta conclusión.

En los delitos contra la libertad sexual debería considerarse que existe violencia, tal como prevé el pacto de Estado contra la violencia de género, lo que acabaría con esa ambigua distinción entre agresión y abuso sexual.
Si usted me agrede solo con su mano, existe violencia. Si usted lo hace solo con su pene, depende de la interpretación del juez para que se considere o no una agresión. Deberíamos preguntarnos si acaso está exento el pene de la capacidad de agresión y sobre todo por qué.


El movimiento feminista ha conseguido con su empeño y trabajo diario – así como la movilización en las calles – el progreso, crecimiento y transformación de la sociedad. Y para ello ha luchado por el cambio y renovación de muchas leyes obsoletas que nos impedían votar, divorciarnos, tomar decisiones de manera libre e independiente o abortar, entre otras muchas. Me pregunto si a los que piensan que tener en cuenta la opinión del pueblo a la hora de legislar, también les pareció peligrosa la influencia del mismo en la evolución de las leyes que acabo de mencionar.


Tengo que reconocer que, a pesar de que hoy en día no todo el mundo tiene claro que el feminismo es un movimiento que lucha por la igualdad y el progreso, me alegro de que una mayoría heterogénea esté de acuerdo en que, en este caso, el sistema jurídico-judicial no ha dado una respuesta satisfactoria como tal por el hecho de haber sido subjetivo, parcial y simplista y con una evidente carga ideológica.


Y es que el día que se hizo pública la sentencia, la justicia nos violó a todas.

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