La sombra de los 40.

La sombra de los 40.

La sombra de los 40. 752 440 estadosdelinconsciente

Existen varias paradas obligatorias en la vida. Momentos de reflexión en los que nos planteamos quienes somos, como nos hemos convertido en ello y, sobre todo, como conseguiremos afinar esa mejor versión de nosotros con la que posiblemente llevamos tantos años soñando.

Los altos en el camino solemos hacerlos cuando detectamos que nos alejamos de nuestro objetivo. Ya sea porque nos ha ocurrido algo relevante – positivo o negativo- y tenemos que reconducir nuestra vida para alcanzarlo, porque intuimos que vamos por el lugar equivocado o porque, tras una explosión catártica, descubrimos que nuestro objetivo ha dejado de tener sentido para nuestro nuevo yo.

Podríamos decir que las pausas, tanto por calendario, duración, forma y contenido, son inherentes y propias de cada persona, y que dependen sobre todo, de la coyuntura que cada uno estemos viviendo. Pero hasta el momento, he comprobado que hay una que nos paraliza a todos por igual. Una que no entiende de madurez ni de coherencia personal. Una a la que no le importa cuanto dinero tienes en la cuenta o de si gozas o no de un estrepitoso éxito en redes. Esta pausa, que más que parada es una frenada en seco, se activa en cuanto nos topamos con la sombra de los cuarenta. Y a pesar de que el radio de la penumbra varía dependiendo del peso de nuestros objetivos, antes o después, todos nos acabamos arrodillando ante ella.

La sombra de los cuarenta se diferencia de las anteriores en que, en vez de agasajarte con preguntas, anhelos y motivaciones para alcanzarlos, se burla de tu melancolía y te juzga por todo aquello que todavía no has cumplido, has dejado a medias o que, por adaptarte a una vida socialmente aceptada, has firmado que no harías –o no volverías a hacer- .

En el mejor de los casos te recuerda tus fracasos, y en el peor te postra nuevamente delante de aquello que por inseguridad, miedo o cobardía nunca llegaste a decir o hacer.

Los cuarenta no vienen para dialogar. Los cuarenta vienen para gritarte, para sacar la mierda que has escondido debajo de las alfombras y para sacudir todos los cimientos de una base que creías estaba fraguando bien. Nos obliga a plantearnos si queremos seguir construyendo una edificación a la que, cada década, dotar de mayor dimensión con una planta nueva o decidir subirnos en una roulotte que nos lleve y dé cobijo allá donde libremente, con cada catarsis, decidamos ir.

Esta vez no me planteo encontrar respuesta ni cerrar este escrito. Me quedan aún algunos años para cruzar bajo el dintel de los cuarenta pero, lo que sí está claro es que, muchos deberíamos ir escogiendo ya rebequitas para el frío.

Foto: Game of Thrones

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