estadosdelinconsciente

Iria del Bosque

SU ABRAZO

Se detuvo a tan solo unos centímetros de mí y, como una dulce y tierna mascota, acurrucó su cara sin ojos contra mi pecho.

Su amor me inundó de ocre, de olor a tierra mojada, de brisa fría, de melancolía. Los párpados me vencieron, gustosos, por el cansancio que indica que se ha apagado el Sol.

Hizo que se recolocase la ira, la culpa, el pesar… Me sentí mimada, comprendida. Porque así es la sombra. Infantil y juguetona. Arisca y protectora. Bondadosa y leal.

De ella aprendí que solo tras la aceptación de su abrazo podemos recuperar nuestra luz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *