Un pacto de eterna seducción.

Un pacto de eterna seducción.

Un pacto de eterna seducción. 1920 1158 estadosdelinconsciente

Si existe algo que me hunda más que una mala etapa, es la mala etapa de cualquier otra persona.

Aquellxs que sabemos lo que es convivir con una sombra, nos solemos envolver con orgullo en la palabra resiliencia. Pero hay momentos en los que, ya sea por el aumento de su densidad o la pérdida de la noción del tiempo, nos parece que la noche se alarga bastante más de lo normal.

Sabes que la niebla te ha franqueado porque se apagan los colores, el aire se convierte en polvo y el abatimiento te cubre el torso. La palabra amor comienza a sonar a hueco y el espacio que conservas para la humanidad se queda completamente vacío. El cansancio físico de haber sustentado ya demasiadas mantas y calcetines de plomo se convierte en agotamiento vital. Tu disposición emocional e intelectual se rinden ante los brazos del existencialismo más subterráneo y escuchas cada vez más alto los latidos heridos de un mundo para el que crees que ya no tienes fuerza para acompañarlo. Y digo crees de una manera absolutamente consciente, porque el poder, la energía y la fuerza para poder hacerlo, aunque no la sintamos, sigue existiendo.
En mi caso, fue hace muchos años cuando, siendo solo una adolescente, firmé el que sería unos de los pactos más pasionales de mi vida. En la soledad de mi cuarto,  sentada literalmente frente al abismo,  me comprometí eternamente con la sombra mientras ambas existiésemos en mutua presencia.

El acuerdo consistió en que cada vez que la sombra me quisiese convertir en nebulosa, yo tendría que seducirla para que fuese ella la que desease ansiosamente convertirse en persona. Para ello tendría que aprender a decirle te quiero, a recordarle -por insignificante que fuese- algo que nos apasionase, a encandilarla con cada pequeña cosa que nos hiciese vibrar, a agasajarla con el disfrute de la belleza, invitarla a conquistar juntas de nuevo nuestro lado más íntimo para volvernos a enamorar, como decía Kerouac, de nuestra propia existencia.

En mi caso suelo recordarle lo mucho que le gusta la brisa en la cara cuando se sienta frente al mar, oler las colonias de los desconocidos, observar en bucle la sonrisa de Tim Roth, el primer y el último sorbo de una taza de café, o sumergirse en esos sonidos que son tan graves que retumban en el pecho.

Puede servir cualquier cosa, cualquiera que funcione como un desfibrilador que proporcione la descarga eléctrica necesaria para que la vida te vuelva a poner. Y no me refiero a que te tengas que comunicar con lo que te alienta, sino solamente permitirte sentir la reacción que se produce en tu interior. Percibir y mantener esa energía sin tener que conseguir nada más que el disfrute de sentirla. Actuar para, sencillamente, seducirte a ti mismx.

Permítete deleitarte con algo que ya existe en ti. Revolucionar, aunque sea tan solo durante unos segundos, las endorfinas que te gritan que todavía sigues vivx y que por sentir más placer como ese, te gustaría seguir estándolo algún tiempo más.

Da igual aquello que hayas perdido, aquello que todavía no has encontrado, que hayas conseguido algo que no te llene como esperabas y que por ello consideres que ya nada te volverá a colmar, o que todavía no seas consciente de todo lo que eres capaz de ser, hacer o alcanzar.

Lo importante es que tienes la capacidad de sentir, y por ende también de sentirte bien. En ella reside la mecha que, cuando enciendas, te guiará hasta la orilla. Donde primero podrás sentirte bien tú para después, poder abrir las compuertas que te permitan percibir y recibir lo bueno del exterior.
Nos os voy a engañar, hay veces que este encuentro se me resiste o que la lista de posibles placeres se pierde entre la niebla. Cuando eso sucede le suelo pedir ayuda a un/a profesional –psicólogx o psiquiatra- que me eche una mano con el desfibrilador. Porque para mi, una de las sensaciones más increíbles de la vida, ha sido –y sigue siendo- admirar como vuelve el aliento. Sentir como te libera, como te empuja hacia conexiones que hasta ese momento desconocías. Escuchar como poco a poco te des(a)pegas de todo aquello que te impide disfrutar. Como decía El Robe, sentir como se te ensancha el alma”.

La hazaña más complicada y al mismo tiempo más placentera que he conseguido, ha sido seducirme a mi misma. Siempre me ha parecido tremendamente cruel impedirle a alguien la posibilidad de disfrutar. Por lo que muchísimo más, impedírnoslo a nosotrxs mismxs.

Todxs llevamos dentro un/a gran seductor/a. Siente lo que te tiene que enseñar y ponlx a prueba.

Mirar desde arriba no es mirar. Hay que mirar a la altura de otros ojos.”

Damiel

Imagen: El cielo sobre Berlín. Wim Wenders.
Si te ves en esta situación busca a alguien que te escuche y no te juzgue –ya sean amigxs o desconocidxs-. Si quieres ir a un/a terapeuta y no conoces ningunx, posiblemente conozcas a alguien, cuyas cualidades compartas y respetes -su terapeuta poseerá como mínimo las mismas-, que pueda pasarte el contacto del suyo.
Si necesitas ayuda urgente y no sabes a quien recurrir:
91 459 00 50
https://www.telefonodelaesperanza.org/
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