Pajama party.

Pajama party.

Pajama party. 1428 803 estadosdelinconsciente

Todos y cada uno de los jueves pertinentes – uno sí y uno no- de mi adolescencia, la kiosquera de mi barrio me guardaba tres revistas: La Super Pop, la Bravo y la Vale. Lo hacía como si trabajase para el CNI, en silencio, con cara de sueca y bajo el juramento inquebrantable de no decirle nada al enemigo, mi madre. Quien, aunque sabía perfectamente que aquellas publicaciones –obras del patriarcado– profanaban su casa, se debatía siempre entre educarme como una mujer libre o permitirme ser libre a la hora de escoger mis lecturas. Que por suerte, gracias a su educación, ambas cosas fueron compatibles.

La Super Pop y la Bravo, eran revistas de lectura individual. Adormecían mi mente al llegar a casa mientras me embadurnaba con todas las recetas de potingues caseros que venían en sus últimas páginas. Pero la Vale… la Vale ya era algo serio, era algo que había que compartir con lxs iguales, porque la Vale traía consigo el tema de debate sobre el que acabaríamos deliberando todos los sábados de tertulia durante aquellos años: Sexo.

Aquellas reuniones nocturnas que giraban entorno a la técnica del mes, con el tiempo se convirtieron en quedadas de domingo post-fiesta en las que poníamos en común nuestras experiencias en los baños de Churruca -noches y amaneceres de Vigo- y después, como hace no mucho, en cafés de tarde pre-biberón.

Habíamos quedado en la cafetería de moda. Y allí estábamos, con besos, abrazos, una infusión de cola de caballo, más abrazos, un zumo detox, un café con leche sin lactosa y una manzanilla. Empezaba la fiesta.

Al cabo de dos horas seguíamos poniéndonos al día. La nueva guardería, lxs jefes, la subida el IPC, el destete, las clases de yoga, gramajes del Diazepam, cerámica, los nuevos ejercicios del suelo pélvico y “¿Cuándo habrá nuevo gobierno?” Ese fue el momento en el que me di cuenta de que llevábamos dos horas juntxs y no había rastro de chicxs nuevxs en la oficina, de fiestas tórridas, escaleras de entrepisos o escapadas locas. Nadie tenía en mente el nombre del último vibrador de moda y mucho menos como iba a ser la puesta en escena de la siguiente fantasía erótica. Entré en colapso. Así que se me ocurrió preguntar:

Chicxs, ¿qué tal el sexo?

Las respuestas fueron derivando hacia donde había invertido cada unx su energía creativa. ¿Hola? No se como pero habíamos vuelto a hablar de cerámica. Así que me dije, o haces una pregunta trampa ya, o esto acaba en suicidio colectivo.

¿Qué tal la segunda temporada de Fleabag?

Y… Tres, dos, uno… ¡BUM! Alguien gritó “¡Arrodíllate!” Por fin se encendían esas caras babeantes. Ahí llegaba esa energía que hacía que hasta algunx se levantase de su asiento haciendo gestos obscenos sobre pies levitantes. La mesa se llenaba de energía, de anhelos, de pasión…

Tanto Phoebe Waller-Bridge como su Hot Priest -vería este gif en bucle-, juntos y por separado, dieron para dos horas más de una conversación que por fin desembocaba en aquellas reuniones en las que compartíamos sabiduría sobre la libido, la vida y el disfrute. Se abrieron en canal los deseos y las carencias por igual. Se pusieron encima de la mesa experiencias, problemas y soluciones. Estábamos teniendo por fin una Pajama Party.

Lo sé, estamos cerca de los cuarenta y la vida se llena de prioridades que antes no teníamos. Pero eso no implica que dejemos de ilusionarnos, de disfrutar y sobre todo de compartir. Se trata de salir de la rutina, de mostrar nuestras chispas -o incluso su ausencia-, de poner en común todo aquello que, por muy banal que a veces nos parezca, es absolutamente necesario en nuestras vidas.

Así que sí; Aquí dejo mi alegato pro fiestas de pijama a cualquier edad. Ya sean en una casa, en un hotel o en un spa. Quedadas de amigxs entre almohadas, chucherías healthy -porque no todo tiene un pase-, películas malas y muchas, muchas, muchas risas y complicidad. Porque las cosas, cuando se comparten en alto, es cuando se convierten en realidad.

Tell me more.

Tell me more…”

Summer Nights

Grease

Foto: Grease. Randal Kleiser.

A mis Pink Ladies.

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