Demasiado correcta.

Demasiado correcta.

Demasiado correcta. 1386 580 estadosdelinconsciente

Estos días, quizás por los astros, quizás por un fin de etapa personal, se me ha dado por recordar detalles que a lo largo de los últimos meses habían pasado absolutamente desapercibidos entre el día a día.

Entre todos esos guiños hay uno, escondido bajo el mantel de una mesa para dos, que cogió especial fuerza. Este verano me reencontré con una vieja amiga con la que hacía muchos años que no me hablaba. Poniéndonos al día y rememorando nuestra historia, me dijo algo que me ha dado para reflexionar mucho durante esta última semana. Y es que, refiriéndose a la época de nuestra adolescencia y juventud, me dijo:

El problema es que tú eras siempre demasiado correcta”.

Recuerdo la frase y todavía me atraviesa. Pero tengo que deciros que le di la razón porque sencillamente, la tenía. Su expresión me sorprendió muchísimo por ser un eufemismo envuelto en un hermoso respeto. Y es que su yo del pasado me habría dicho directamente: “Querida, eras una persona con un palo metido en el culo”.

Lo primero que me pregunté estos días fue “ – ¿Qué pasa? ¿No has cambiado? ¿Acaso no sigues siendo correcta? – Sí, claro que sí. – Entonces, ¿cuál es la diferencia?” Y es en la respuesta a esta última pregunta donde encontré lo que me gustaría compartir con vosotrxs.

Ella utilizó la palabra correcta, lo que se puede entender como educada, atenta, amable, cortés… Pero que pasaría si en el significado de correcta también encontramos sinónimos como enfrascada, encorsetada, comedida, oprimida, o lo que es peor, reducida.

La diferencia entre esas dos interpretaciones tan distintas reside, para mi, en la palabra libertad.

Cuando por diferentes razones no somos capaces de expresarnos de manera libre, ya sea por miedo a no saber gestionar nuestras emociones, a hacer daño a la persona con la que hablamos o a sentirnos juzgadxs por lo que decimos, estamos dejando encerrada gran parte de nuestra esencia. Abandonamos una parte importante de nosotrxs mismxs a la que le impedimos florecer, desarrollarse, y que en consecuencia, con el tiempo, vamos atascando hasta su entumecimiento. ¡Y ojo! no nos llega con esconderla, sino que creemos que podremos condenarla al ostracismo sin que, cuando menos nos lo esperemos, llegue a estallar. Como si de un abdomen voluptuoso oprimido bajo un nimio corsé se tratase.

Hace ya algunos años, en boca de un amigo que me enseñó más de lo que se imagina, llegó a mi la palabra asertividad. La asertividad se define como una actitud a través de la cual somos capaces de afirmarnos conservando el respeto hacia el/la otrx. Ser asertivx consiste en reconocer el derecho que tenemos a tener nuestra propia escala de valores y compartirla con el resto, a decir que no, a pedir ayuda, a expresar sentimientos, a saber reaccionar ante a un ataque… Se trata de respetarse a unx mismx, de expresarse directamente, sin rodeos pero con consideración.

En su momento dije, “A vale, fantástico, ahora ya se lo que significa la palabra asertividad, pero ¿cómo le pierdo el miedo a no morder a alguien en el camino mientras aprendo?”

Tal y como decía Machado, caminante no hay camino se hace camino al andar. Quizás en la senda de la asertividad, lo más tedioso es la gestión y manejo de las emociones. Yo, no os voy a engañar, mordí a algunas personas por el camino, sobre todo cuando se aflojaron las primeras cintas del corsé. Como también me callé en momentos y situaciones en las que creía que el monstruo lo rompería de golpe. No es sencillo, pero todo ello merece la pena. Porque creedme cuando os digo que, liberada, se vive mucho mejor.

– Esto es ridículo.

– Esto, madame, es Versalles.

La Condesa de Noailles a María Antonieta

Photo: María Antonieta de Sofía Coppola.

Dejar una Respuesta